Henry Ford fue uno de los hombres más representativos de la historia moderna. Hay quienes lo consideran como el hombre más influyente del siglo XX, pues a partir de su iniciativa las sociedades, y en especial las industrias, empezaron a concebirse de una manera diferente.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Muchos consideran a Ford como un mecánico nato. La habilidad y atracción hacia las máquinas la fortaleció gracias al crecimiento industrial que Estados Unidos estaba experimentando para aquella época.
Ford fue un hombre de mente brillante. Un mecánico prodigioso de nacimiento que desarrolló un gusto sorprendente por esta disciplina. La historia cuenta que Henry, a la edad de 15 años, fue capaz de desarmar y restaurar un reloj que le fue obsequiado. Fue tanto el asombro de su comunidad que, desde ese momento, todos le llevaron sus relojes a Ford en función de repararlos.
Fred Redense se podría considerar como su primer maestro. Fue quien le enseñó a Ford durante un año cómo manejar un tractor para las labores agrícolas. Allí fue cuando se dió cuenta a que debía dedicarse.
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: EL EVENTO QUE CAMBIÓ AL MUNDO MODERNO
Las sociedades occidentales más desarrolladas estaban, por aquella época, con una creciente expectativa producto del desarrollo de lo que se conoce hoy como la Revolución Industrial. Este periodo, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta el ocaso del XIX, permitió que la humanidad diera un salto gigantesco hacia el desarrollo.
Los procesos productivos y de manufactura comenzaron a hacerse vitales para las grandes metrópolis. En Estados Unidos, por ejemplo, se inició un modelo que sin pensar dominaría la cotidianidad de medio mundo, y que basaba sus operaciones en sacar un producto a gran escala para cubrir la demanda de las comunidades.
Allí fue donde los deseos de Henry Ford tomaron forma y se materializaron en un fenómeno con el que extrañamente él no estaba complacido; a pesar de ser un hombre nacido para la industria prefería observar los pájaros volar y escuchar la música country de antes. No se sentía cómodo ni siquiera con la modernidad que él había ayudado a construir.
LLEGADA DE FORD A MEDELLÍN
El primer automóvil que llegó a Medellín no fue precisamente de la marca de este visionario norteamericano. Fue traído desde Francia por Carlos Coriolano Amador, un empresario antioqueño, que en el año 1899 puso a rodar por estas empedradas calles, un De Dion Bouton modelo 1898.
Con el creciente desarrollo que estaba teniendo la ciudad de la eterna primavera a nivel industrial, Ford llega con la idea de brindarle a los paisas un aliado en sus labores, las cuales eran, para aquella época, en su gran mayoría de tipo agrícola.
Para aquel tiempo eran muy pocos los ejemplares traídos a la ciudad. Sólo hasta 1932, con la llegada de la marca del óvalo a la capital antioqueña fue que se empezó a masificar el uso del automóvil.
Ya era muy común ver esas camionetas de gran tamaño por las calles de la ciudad ayudando a todo tipo de labores. Sin duda este fue un precedente que marcó, modificó e influenció los aspectos de la vida cotidiana como eran concebidos años atrás, no sólo de la llegada de Ford, sino de otras marcas más.
‘FORD T’ EL MODELO MÁS VENDIDO DE AQUEL TIEMPO
El modelo ‘T’ apareció el 1 de octubre de 1908. Era un modelo revolucionario por donde se le mirara, además de impresionar por su economía y su facilidad al conducir, este vehículo contaba con el volante al lado izquierdo, algo que marcó un antes y un después en el negocio de los automóviles, pues otras marcas comenzaron, rápidamente, a emular lo que Ford venía haciendo.
Para 1918 este modelo representaba la mitad de las ventas de coches en Estado Unidos y para años posteriores la producción total se calculaba en 15 millones de unidades; récord que se mantendría durante los próximos 45 años.